El euro digital: ¿Oportunidad en los negocios?
- Lucas Retamoso
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Actualizado: hace 2 días
Por Lucas Retamoso
En un contexto marcado por la transformación digital y el auge de los medios de pago electrónicos, el Banco Central Europeo (BCE) ha decidido avanzar con uno de los proyectos más ambiciosos en la historia reciente de la Eurozona: el euro digital. Este nuevo instrumento monetario, que aún se encuentra en fase de preparación, busca ofrecer una versión digital del euro que sea accesible a todos los ciudadanos y empresas. A diferencia de las criptomonedas privadas como Bitcoin o Ethereum, el euro digital estará respaldado por el BCE, lo que lo convierte en una forma de dinero segura, estable y garantizada por una institución pública. Su llegada no es solo una cuestión técnica o de modernización financiera: implica un rediseño profundo de las relaciones económicas entre ciudadanos, empresas y el sistema financiero europeo.
Desde el punto de vista empresarial, este desarrollo puede representar una oportunidad significativa. Según datos del propio BCE, en 2022 el 59% de los pagos en puntos de venta en la zona euro aún se realizaban en efectivo. Sin embargo, esa cifra ha venido disminuyendo año tras año, y las proyecciones apuntan a una aceleración de esta tendencia. El auge de los pagos móviles, las transferencias instantáneas y las billeteras digitales ha preparado el terreno para una transición que ya no parece una hipótesis, sino una evolución inevitable. Frente a este escenario, el euro digital aparece como un paso lógico: una moneda pública que permita realizar pagos digitales, sin depender del sistema bancario comercial ni de las empresas privadas que hoy dominan el mercado de pagos electrónicos.
La introducción del euro digital tendría varios efectos directos sobre los negocios. Uno de los más importantes es la reducción de costos operativos. Hoy, cada vez que una empresa recibe un pago electrónico, ya sea por tarjeta, PayPal, Stripe o transferencia bancaria, paga una comisión. En algunos sectores, como el comercio minorista o la restauración, estas comisiones representan hasta un 2 o 3% de las ventas totales. Con el euro digital, esas transacciones podrían realizarse directamente entre comprador y vendedor, usando la infraestructura del BCE, sin necesidad de intermediarios costosos. Esto permitiría mejorar los márgenes comerciales y hacer más competitivas a muchas empresas, en especial a las pequeñas y medianas.
Otra ventaja sustancial sería la mejora en la velocidad de las transacciones. Actualmente, las transferencias bancarias pueden tardar entre horas y días en procesarse, especialmente si se realizan fuera del horario comercial. El euro digital funcionaría 24/7, con pagos instantáneos incluso en días festivos. Esto no solo agilizaría las operaciones cotidianas, sino que también mejoraría la gestión del flujo de caja y la planificación financiera de las empresas. En un mundo donde la liquidez y la capacidad de reacción son claves, esta agilidad podría marcar una diferencia estratégica.
También hay que considerar el potencial del euro digital para fomentar la inclusión financiera y digital. Muchas pequeñas empresas, especialmente en zonas rurales o en sectores informales, tienen dificultades para acceder a servicios bancarios tradicionales. La posibilidad de operar con una moneda digital segura, sin necesidad de abrir una cuenta bancaria comercial, podría abrir nuevas oportunidades para integrar a estos negocios al sistema económico formal. Además, el euro digital podría utilizarse sin conexión a internet en determinados casos, lo que facilitaría su adopción en regiones con infraestructura limitada.
Para el comercio electrónico, el euro digital también ofrece ventajas significativas. Al eliminar intermediarios, los pagos podrían realizarse de forma directa, inmediata y sin las fricciones típicas de los métodos actuales. Esto no solo mejoraría la experiencia del usuario, sino que también reduciría los niveles de fraude, ya que el euro digital contaría con mecanismos de verificación propios del BCE. Según un informe de la Comisión Europea, el e-commerce transfronterizo dentro de la UE podría crecer hasta un 20% si se simplifican y abaratan los medios de pago. El euro digital puede ser una de las claves para lograrlo.
Sin embargo, no todo es entusiasmo. El proyecto también despierta preocupaciones legítimas. La principal tiene que ver con la privacidad. Aunque el BCE ha asegurado que el euro digital ofrecerá “un alto nivel de protección de datos”, también reconoce que se podrá rastrear parcialmente el origen y destino de las transacciones para prevenir delitos financieros. Esto podría generar resistencia entre ciudadanos y empresas acostumbrados a cierto grado de anonimato en el uso de efectivo. Además, existe el riesgo de desintermediación bancaria: si millones de personas trasladan su dinero desde cuentas bancarias hacia euros digitales, los bancos podrían perder liquidez y capacidad para otorgar créditos, afectando a la economía real.
La transición tecnológica es otro punto crítico. No todas las empresas están preparadas para incorporar nuevas herramientas digitales. Según datos del informe Digital Economy and Society Index (DESI) de la Comisión Europea, cerca del 42% de las pymes en Europa tienen un nivel bajo de digitalización. Para que el euro digital sea una oportunidad real y no una fuente de desigualdad, será necesario acompañar su implementación con políticas de apoyo, formación técnica y financiación específica para la adaptación.
En cuanto a los plazos, el euro digital aún no tiene una fecha definitiva de lanzamiento. En octubre de 2023, el BCE completó la fase de investigación del proyecto y anunció el inicio de una fase de preparación de al menos dos años, que incluye el desarrollo de infraestructura tecnológica, pruebas piloto y definiciones legales clave. Si todo avanza según lo previsto, su implementación podría comenzar a partir de 2026, aunque de forma progresiva y con diferentes etapas.
En conclusión, el euro digital representa mucho más que una innovación tecnológica. Es una herramienta con el potencial de redefinir las reglas del juego económico en Europa, fortaleciendo la soberanía monetaria, reduciendo la dependencia de actores privados y ofreciendo una plataforma pública para los pagos del futuro. Para los negocios, puede ser una oportunidad histórica: operar con menos fricción, más eficiencia y mayor seguridad. Pero también implica desafíos que no deben subestimarse. Como en toda revolución silenciosa, los que se preparen primero tendrán una ventaja competitiva decisiva.
Empresarios, emprendedores y profesionales deben empezar a hacerse una pregunta clave: ¿cómo cambiará mi negocio cuando el dinero deje de ser algo físico, y pase a vivir dentro del ecosistema digital del BCE?
La respuesta podría ser el punto de partida para una nueva etapa de crecimiento.
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